La Revolución que persiste ante la embestida mediática | El Frasco, medios sin cura

Nuevo programa de El Frasco: Medios sin cura, el programa que aborda las noticias de la semana y el rol de los medios de comunicación con ironía y humor.

En uno de sus históricos discursos, Fidel Castro decía: “Revolución es sentido del momento histórico. Es cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Por ello, para comprender el presente, es necesario viajar al pasado de Irán.

Tras la elección democrática de Mohamad Mossadegh en 1951, el parlamento nacional iraní aprobó la legislación para nacionalizar la industria petrolera.

Esta decisión, evidentemente molestó a las “democráticas” potencias de Occidente, que al ver afectados sus intereses, impusieron un golpe de Estado (con la CIA y los británicos detrás) para reponer al Shah Reza Pahlevi en el poder.

Lógicamente, EE.UU. y sus socios no lo hicieron gratis. Por ello, el petróleo iraní volvió a quedar en manos de Occidente.

Lo cierto es que, tras regresar al poder, el Shah lo hizo con mano de hierro, acallando a sus críticos con la ayuda de la violenta policía secreta iraní: la Savak.

Tras décadas de esa monarquía impuesta que ostentaba lujos ante un pueblo empobrecido, víctima de la represión y de los intentos por “occidentalizarlo”, millones de iraníes salieron a las calles, inspirados en la figura del Imam Jomeini.

Finalmente, el 11 de febrero de 1979 se proclama la República Islámica de Irán.

Analistas afirman: "Para una gran mayoría de los iraníes ha sido un triunfo contra la tiranía que los oprimía, ha sido una apertura hacia el desarrollo y mejor vida".

De inmediato, comenzaron furibundos ataques mediáticos, que se prolongaron en el tiempo y persisten hasta la actualidad. Ante ello, un periodista reflexiona: “Lo interesante es la construcción de la demonización de un país que, además, nunca invadió a ningún país vecino".

Hablamos sobre los pormenores históricos y culturales de esta Revolución con el profesor de lengua y literatura persa Hassan Bracamonte.

Los medios dominantes tal vez no tengan cura, pero al menos dudemos de aquellas “píldoras” que pretenden que traguemos.

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